Colaboraciones
El
Dr. Antonio Sarmiento del Instituto de Matemáticas de la
UNAM Campus Morelos, nos proporciona una presentación extraordinaria
preparada por él en formato PDF. En la que documenta con
datos recientes, oficiales e institucionales, las consecuencias
del cambio climático y la vida sin petróleo. Le
recomendamos obtener el documento, estudiarlo y difundirlo. Gracias
por su colaboración.
Cambio
climático (PDF)
FUTURO
PRIMITIVO
John Zerzan
La división
del trabajo, que tanto ha contribuido a sumergirnos en la crisis
mundial de nuestro tiempo, actúa cotidianamente para impedirnos
comprender
el origen del horror actual. Mary Lecron y otros académicos
afirman, eufemísticamente, que, hoy en día, la antropología
está "amenazada por una fragmentación grave
y destructiva".
Shanks y
Tilley se hacen eco de un problema similar "el objetivo de
la arqueología no es solamente interpretar el pasado, sino
transformar la manera en como es interpretado en beneficio de
la reconstrucción social
actual". Evidentemente las ciencias sociales, por si mismas,
se limitan a la perspectiva y la profundidad de visión
que permitirían una reconstrucción como esta. En
el apartado de los orígenes y del desarrollo de la humanidad,
el abanico de disciplinas y subdisciplinas cada día más
ramificado -antropología, arqueología, paleontología,
etología, paleobotánica, etnoantropología,
etc- reflejan el efecto reductor e incapacitante del que
la civilización ha dado muestras desde sus inicios.
La literatura
especializada puede, a pesar de todo, proporcionar una idea altamente
apreciable, a condición de abordarla con el método
y la vigilancia apropiados, a condición de tener la decisión
de atravesar los límites. De hecho las deficiencias en
el pensamiento ortodoxo corresponden a las exigencias de una sociedad
cada vez más frustrante. La insatisfacción con la
vida se transforma en desconfianza frente a las mentiras oficiales
que sirven para justificar estas condiciones de existencia; esta
desconfianza, permite así mismo esbozar un cuadro más
fiel del desarrollo de la humanidad.
Se ha explicado exhaustivamente la renuncia y la sumisión
que caracterizan la vida moderna por las "características
de la naturaleza humana". Asímismo, el límite
de nuestra existencia precivilizada, hecha de privaciones, de
brutalidad y de ignorancia acaba por hacer aparecer la autoridad
como un beneficio que nos salva del salvajismo. Aun se invoca
al "hombre de las
cavernas" y al "hombre de Neanderthal" para indicarnos
donde estaríamos sin la religión, el Estado y los
trabajos forzados.
Ahora bien,
esta visión ideológica de nuestro pasado ha sido
radicalmente modificada en el curso de las últimas décadas
gracias al trabajo de universitarios como Marshall Shalin. Se
ha asistido a un cambio casi
completo en la ortodoxia antropológica de importantes consecuencias.
Se admite a partir de ahora que antes de la domesticación
-antes de la invención de la agricultura, la existencia
humana pasaba esencialmente en el ocio, que descansaba en la intimidad
con la naturaleza, sobre una sabiduría sensual, fuente
de igualdad entre sexos y de buena salud corporal. Tal fue
nuestra naturaleza humana durante aproximadamente dos millones
de años, antes de nuestra sumisión a los curas,
los reyes y los patrones.
Recientemente
se ha hecho otra revelación sorprendente, ligada a la primera
y dándole otra amplitud, que muestra lo que hemos sido
y lo que podríamos ser. El principal motivo de rechazo
a las nuevas descripciones de la vida de los cazadores recolectores
consiste, en considerar este modo de vida con condescendencia,
como el máximo a que podía llegar la especie en
los primeros estadios de su evolución. Así los que
aun propagan esta visión
consideran que habría un largo período de gracia
y de existencia pacífica y que los humanos simplemente
no tenían la capacidad mental para cambiar su simplicidad
por complejidad social y técnica. Se ha dado otro golpe
decisivo al culto a la civilización cuando hoy en día
vemos que la vida humana ignoró durante mucho tiempo la
alienación y la dominación, pero también
que, como
han demostrado las investigaciones llevadas a término en
los años 80 por los arqueólogos John Fowlett, Thomas
Wynn y otros, los humanos de la época
poseían una inteligencia como mínimo igual a la
nuestra. La antigua tesis de la "ignorancia" fue borrada
de un plumazo y nuestros orígenes aparecían con
una luz nueva.
Con la finalidad
de colocar la cuestión de nuestra capacidad mental en su
contexto, es útil pasar revista a las diversas interpretaciones
(a menudo cargadas de ideología) de los orígenes
y del desarrollo de la humanidad.
Robert Ardrey pinta un cuadro patriarcal y sanguinario de la prehistoria,
como han hecho en un grado ligeramente menor, Desmond Morris y
Lionel Tiger.
En la misma dirección, Sigmund Froid y Konrad Lorenz han
descrito la depravación innata de la especie, aportando
así su piedra en el edificio de la aceptación de
la jerarquía y del poder.
Afortunadamente
un cuadro mucho más plausible ha acabado por emerger, correspondiendo
a un conocimiento global de la vida paleolítica. El compartir
y repartir los alimentos ha sido finalmente considerado como un
aspecto importante en la vida de las primeras sociedades humanas.
Jane Goodall y Richard Leakey, entre otros, han llegado a la conclusión
este ha sido uno de los elementos clave en el acceso al estadio
de Homo, hace al menos dos millones de años. Esta teoría
avanzada, en los inicios de los años 70 por Linton, Zihlman,
Tanner y Isaac, ha acabado por ser la dominante.
Uno de los
elementos convincentes a favor de la tesis de la cooperación,
contra la de la violencia generalizada y de la dominación
de los machos, es la de la disminución, ya en los primeros
estadios de la evolución, de la diferencia de talla entre
machos y hembras. El dimorfismo sexual era inicialmente muy pronunciado:
caninos prominentes o "dientes de combate" entre los
machos y caninos mucho más pequeños entre las hembras.
La desaparición de los grandes caninos entre los machos
apuntala la tesis según la que la hembra de la especie
operó una selección a favor de los machos sociables
y compartidores. La mayor parte de los simios actuales tienen
los caninos más largos y gruesos entre los machos que entre
las hembras, la hembra no tiene elección.
La división
sexual del trabajo es otra cuestión fundamental en los
principios de la humanidad; es aceptada casi sin discusión
e incluso expresada por el orden mismo de la expresión
cazadores recolectores (a
partir de ahora recolectores cazadores). Actualmente se admite
que la recolección de alimentos vegetales, que durante
mucho tiempo se consideró un dominio exclusivo de las mujeres
y de importancia secundaria frente a la caza, sobre valorada como
actividad masculina, constituía la principal fuente de
alimentos. Siendo así que las mujeres no dependían,
de manera
significativa de los hombres para alimentarse, parece probable
que, al contrario de toda división del trabajo, la flexibilidad
y el reparto era la regla.
Como muestra
Zihlman, una flexibilidad general de comportamiento habría
sido la característica principal de los primeros tiempos
de la especie humana. Joan Gero ha demostrado que los útiles
de piedra podían haber sido utilizados tanto por hombres
como por mujeres, y Poirier nos dice que "ninguna prueba
arqueológica apoya la teoría según la cual
los primeros humanos han practicado la división sexual
del trabajo". No parece que la busca de alimento haya obedecido
a una división del trabajo sistemática, fuese la
que fuese, y es muy probable que la especialización por
sexo se hiciese muy tarde en el curso de la evolución humana.
Así,
si la primera adaptación de nuestra especie se centró
en la recolección, ¿cuando apareció la caza?
Binford sostiene que ninguna señal tangible de prácticas
carniceras indica un consumo de productos animales
hasta la aparición, relativamente reciente, de humanos
anatómicamente modernos. El examen al microscopio electrónico
de dientes fósiles encontradas en África Oriental
indican un régimen esencialmente compuesto
por frutos, igualmente el examen similar de útiles de piedra
provenientes de Koobi Fora, en Kenia, de 1,5 millones de años
de antigüedad muestran que se usaban para cortar vegetales.
La situación
"natural" de la especie es evidentemente la de una dieta
formada en gran parte por alimentos vegetales ricos en fibra,
al contrario de la alimentación moderna de alto contenido
en materias grasas y proteínas animales, con su secuela
de desordenes crónicos. Nuestros primeros antepasados utilizaban
"su conocimiento detallado del entorno, en una especie de
cartografía cognitiva" para procurarse las plantas
que servían a su subsistencia. Al contrario, testimonios
arqueológicos de la existencia de caza no aparecen sino
muy lentamente a lo largo del tiempo.
Por otra
parte numerosos elementos vienen a contradecir la tesis de que
la caza estaba muy extendida durante los tiempos prehistóricos.
Por ejemplo las pilas de osamentas en las que antes se veía
una prueba de matanzas masivas de mamíferos, han resultado
al examinarlas vestigios de inundaciones o de
guaridas de animales. Según esta nueva aproximación,
las primeras cacerías significativas habrían aparecido
hace 200.000 años, o más tarde. Adrienne Zihlman,
llegó a la conclusión de que "la cacería
apareció relativamente tarde en la evolución",
y "no existía antes de los últimos 100.000
años". Los investigadores no han encontrado pruebas
de cacerías importantes de grandes rumiantes antes de una
fecha aun más cercana, al final del paleolítico
superior, justo antes de la aparición de la agricultura.
Los objetos
más antiguos conocidos son los útiles de piedra
tallada de Hadar, en el África Oriental. Gracias a los
métodos de datación precisos, utilizados hoy en
día, se estima que podrían remontarse a 3,1 millones
de
años. El principal motivo para atribuir estos objetos a
la mano del hombre es que se trata de útiles fabricados
utilizando otro útil, característica encontrada
sólo en humanos -en el estado actual de nuestros conocimientos
-.El Homo habilis designa lo que se considera la primera especie
humana conocida, este nombre ha sido asociado a los primeros útiles
de piedra. Los objetos corrientes en madera o hueso, menos duraderos
y más raros en los inventarios arqueológicos, eran
también utilizados por el Homo habilis en África
y Asia, y testimonian una adaptación "remarcablemente
simple y eficaz".
En este estadio
nuestros antepasados tenían un cerebro y un cuerpo más
pequeño que el nuestro, pero Poitier hace notar que "su
anatomía postcraniana era muy parecida a la de los humanos
modernos", y Holloway
afirma que los estudios de las marcas endocraneales de este período
indican una organización cerebral fundamentalmente moderna.
Igualmente,
ciertos útiles de más de dos millones de años
de antigüedad prueban el predominio de los diestros, por
la manera en que están talladas
las piedras. La tendencia a utilizar prioritariamente una mano,
se traduce entre los modernos en caracteres típicamente
humanos, estos son la lateralización pronunciada del cerebro
y la separación marcada de los dos hemisferios cerebrales.
Klein concluye que esto "implica casi con certeza capacidades
cognitivas y de comunicación fundamentalmente humanas.
Según
la ciencia oficial, el Homo erectus es otro gran antecesor del
Homo sapiens; habría aparecido hace caso 1,75 millones
de años en el momento en
que los humanos salían de los bosques para esparcirse por
las sabanas africanas, más secas y más abiertas.
A pesar de que el volumen del cerebro no se corresponde con la
capacidad intelectual, el volumen craneal del Homo erectus es
en este punto similar al de los hombres modernos del mismo género,
y han de haber tenido muchos comportamientos idénticos.
Como dice
Johanson y Edey: "si hay que comparar Homo erectus dotado
de un cerebro más grande que el de Homo sapiens -sin considerar
sus otras particularidades- será necesario permutar sus
nombres específicos" el Homoneanderthalensis, que
nos habría precedido directamente, poseía un cerebro
ligeramente más grande que el nuestro. Por tanto este desafortunado
hombrede Neanderthal no se puede describir como una criatura primitiva
y tosca -según la ideología hobessiana dominante,
a pesar de su inteligencia manifiesta y su fuerza colosal.
Por otra parte, desde hace poco tiempo, la misma clasificación
como especie constituye una hipótesis dudosa. Efectivamente,
nuestra atención estaba
atraída por el hecho de que especímenes fósiles
provenientes de diversas especies de Homo "presentase rasgos
morfológicos intermedios", cosa que contradice, por
obsoleta, la división arbitraria de la humanidad en
categorías sucesivas y separadas. Fegan, por ejemplo, nos
enseña que "es muy difícil trazar una frontera
taxonómica clara entre Homo erectus y Homo sapiens arcaico
de una parte y Homo sapiens anatómicamente moderno de otra".
Igualmente, Foley hace notar que "las distinciones anatómicas
entre Homo erectus y Homo sapiens son pequeñas". Jelinek
afirma rotundamente que "no
hay ninguna buena razón anatómica o cultural"
para separar erectus y sapiens en dos especies, y concluye que
los humanos desde el paleolítico medio, por
lo menos, "pueden considerarse como Homo sapiens". El
formidable retroceso en el pasado en la datación de la
aparición de la inteligencia, de la que hablaremos más
adelante, se ha de ver desde la confusión actual sobre
el
tema de las especies, a medida que el modelo evolucionista prácticamente
dominante llega a sus límites.
Pero la controversia
sobre la clasificación de las especies no nos interesa
más que en relación con el conocimiento de la manera
de vivir de nuestros
antepasados. A pesar del carácter mínimo que se
puede esperar encontrar después de miles de años,
se entrevé un poco la textura de aquella vida y de los
aspectos, a menudo elegantes, que precedieron a la división
del trabajo.
El "puñado
de útiles" de la región de la garganta de Olduvaï,
hecha célebre por Leakey, contiene "al menos seis
tipos de útiles claramente identificables" que se
remontan a 1,7 millones de años aproximadamente. Es
allí donde aparece el hacha acheliana con su gran belleza
simétrica, que fue utilizada durante un millón de
años. Con su forma de lámina remarcablemente
equilibrada, respira gracia y facilidad de uso, para ser un objeto
bien anterior a la época de la simbolización. Isaac
ha hecho notar "las necesidades de útiles afilados
pueden ser satisfechas por las diversas formas engendradas a partir
del modelo "oldovisciense" de piedra tallada",
y se pregunta como se ha podido pensar que un "incremento
de la complejidad equivale a una mejor adaptación".
En esta época lejana, según señales de corte
sobre osamentas, los hombres se servían de los tendones
y pieles arrancadas de los cadáveres de animales para confeccionar
cuerdas, sacos y fieltros. Otros elementos hacen pensar que las
pieles servían de tapicería mural y de asientos
en los habitáculos, y algas de jergón para dormir.
El uso del
fuego se remonta a casi dos millones de años y, podría
haber aparecido antes, si no fuese por las condiciones tropicales
reinantes en África en los inicios de la humanidad. El
dominio del fuego, permitía incendiar las cuevas para eliminar
los insectos y calentar el suelo, elementos de confort que aparecen
tempranamente en el paleolítico.
Algunos arqueólogos
consideran aun que todos los humanos anteriores al Homo sapiens
-del que la aparición oficial se remonta al menos a 300.000
años-
son considerablemente más primitivos que nosotros, "hombres
completos".
Pero, a parte de las pruebas citadas anteriormente, de la existencia
de un cerebro anatómicamente "moderno" entre
los primeros humanos, esta inferioridad se ve de nuevo contradecida
por trabajos recientes, que
demuestran la presencia de una inteligencia humana acabada casi
desde el nacimiento de la especie humana. Thomas Wynn estima que
la fabricación del
hacha acheliana exige "un grado de inteligencia, característico
de adultos completamente modernos". Gowlett examina el "pensamiento
operatorio"
necesario en el uso del martillo, del reparto de fuerza al escoger
el ángulo de fractura apropiado, según una secuencia
ordenada, y la flexibilidad necesaria para modificar el proceso
sobre la marcha, ha deducido que eran necesarias capacidades de
manipulación, de concentración, de visualización
de la forma en tres dimensiones y de planificación, y que
estas exigencias
"eran comunes entre los primeros humanos, hace al menos dos
millones de años, y esto es una certeza, no una hipótesis".
La duración
del período paleolítico sorprende por la débil
transformación de las técnicas. Según Gerhard
Kraus, la innovación, "a lo largo de dos millones
de años y medio, medida por la evolución del utillaje
de piedra es prácticamente nula". Considerada a la
luz de lo que ahora sabemos de la inteligencia prehistórica,
este estancamiento es especialmente descorazonador para muchos
especialistas de las ciencias sociales. Para
Wymer, "es difícil comprender un desarrollo de una
tal lentitud".
Al contrario,
a mi, me parece muy plausible, que la inteligencia, la conciencia
de la riqueza que proporciona la existencia del recolector cazador,
sea la razón de la marcada ausencia de "progreso".
Parece evidente
que la especie ha, deliberadamente, rehusado la división
del trabajo, la domesticación y la cultura simbólica
hasta una fecha reciente.
El pensamiento
contemporáneo, en su salsa postmoderna, niega la realidad
de una división entre naturaleza y cultura; a pesar de
todo, dada la capacidad
de juicio de los seres humanos antes de la llegada de la civilización,
la realidad fundamental es que durante un tiempo muy largo ha
escogido la naturaleza en detrimento de la cultura.
Es corriente
igualmente encontrara simbólico todo gesto u objeto humano,
posición que, de una manera general forma parte del rechazo
de la distinción entre naturaleza y cultura. Ahora bien,
es de la cultura como manipulación de formas simbólicas
de base de lo que tratamos aquí. Me parece igualmente claro
que ni el tiempo reificado, ni el leguaje escrito, con certeza,
ni
probablemente el lenguaje hablado (al menos durante buena parte
del período), ni ninguna otra forma de contabilidad o arte
habían tenido un lugar en la vida humana prehistórica
- a pesar de una inteligencia capaz de inventarlos.
Quisiera
manifestar, de pasada, mi acuerdo con Goldschmidt cuando escribe
que "la dimensión oculta de la construcción
del mundo simbólico es el tiempo". Como afirma Norman
O.Brown, "la vida no se encorseta ni se sitúa en un
tiempo histórico", afirmación que considero
una llamada al hecho de que el tiempo como materialidad no es
inherente a la realidad, Sión un hecho
cultural, quizás el primer hecho cultural impuesto a la
realidad. Es a medida que evoluciona esta dimensión elemental
de la cultura simbólica que se establece la separación
con la naturaleza.
Cohen ha
avanzado que los símbolos "indispensables para el
desarrollo y el mantenimiento del orden social", Esto implica
-como indican más precisamente aun muchas pruebas tangibles-
que antes de la emergencia de los símbolos, la condición
de desorden que los hace necesarios, no existía. En línea
análoga,
Leví-Strauss remarcó que el pensamiento mítico
progresa siempre a partir de la conciencia de oposición
hacia su resolución. ¿Entonces, que son los conflictos,
las "oposiciones2?. Entre los miles de memorias y estudios
tratando temas concretos, la literatura sobre el paleolítico,
no propone casi nada sobre esta cuestión esencial. Se podría
avanzar la hipótesis razonable que la división del
trabajo, que pasa desapercibida por la
lentitud extrema de su progresión e insuficientemente comprendida
por su novedad, comenzó a causa grietas ínfimas
en la comunidad humana y a suscitar
prácticas nocivas frente a la naturaleza. A finales del
paleolítico superior, hace 15.000 años, empieza
a observarse en Oriente Medio una recolección especializada
de plantas y una caza también más especializada.
La aparición repentina de actividades simbólicas
(por ejemplo actividades rituales y artísticas) en el paleolítico
superior es innegable, para los arqueólogos una de las
"grandes sorpresas" de la prehistoria, dada su
ausencia en el paleolítico medio. Pero los efectos de la
división del trabajo y la especialización hicieron
sentir su presencia en tanto que ruptura de la totalidad del orden
natural- una ruptura que es necesario explicar.
Lo que es
sorprendente es que esta transición hacia la civilización
pueda todavía ser juzgada como inocua. Foster, parece hacerle
apología cuando concluye que "el mundo simbólico
se ha revelado como extraordinariamente adaptativo. Sino, ¿como
Homo sapiens ha podido llegara ser materialmente el
amo del mundo?". Hay ciertamente razones, como las que se
pueden ver en "la manipulación de los símbolos,
la esencia misma de la cultura", pero parece
olvidar que esta adaptación consiguió iniciar la
separación del hombre y la naturaleza, así como
la destrucción progresiva de esta, hasta la terrible
amplitud actual de estos dos fenómenos.
Parece razonable
afirmar que el mundo simbólico nació con la formulación
dellenguaje, aparecido de una manera u otra a partir de la "matriz
de comunicación no verbal extendida" y del contacto
interindividual. No hay
consenso sobre la fecha de aparición del lenguaje, pero
no existe ninguna prueba de su existencia antes de la explosión
cultural de finales del paleolítico superior. El lenguaje
parece haber operado como un agente
inhibidor, como medio de someter la vida a un control mayor, de
poner trabas
a las olas de sensaciones a las que el individuo pre-moderno era
receptivo. Visto así, se habría producido verosímilmente
un alejamiento a partir de
esta época, de la vida de apertura y de comunicación
con la naturaleza, en dirección a una vida orientada hacia
la dominación y la domesticación que
siguieron a la aparición de la cultura simbólica.
No existe por otra parte, ninguna prueba definitiva que permita
creer que el pensamiento humano es,
por el hecho de pensar con palabras, el más evolucionado
-por poco que se tenga la honestidad de apreciar el grado de acabamiento
de un pensamiento.
Existen numerosos casos de enfermos que habiendo perdido, después
de un accidente o de otra degradación del cerebro, el sentido
de la palabra,
comprendida la capacidad de hablar silenciosamente con uno mismo,
son de hecho capaces de pensar coherentemente de todas las maneras.
Estos datos nos
convencen de que la "aptitud intelectual humana es de un
empuje extraordinario, incluso en ausencia de lenguaje".
En términos
de simbolización en la acción, Goldschmidt acierta
cuando estima que "la invención del ritual en el paleolítico
superior podría ser el elemento estructural que dio un
mayor impulso a la expansión de la cultura".
El ritual ha jugado el papel de eje en lo que Hodder ha denominado
"el despliegue incesante de estructuras simbólicas
y sociales" que han acompañado la llegada de la mediación
social. Es como un medio de consolidar
la cohesión social como el ritual fue esencial; los rituales
totémicos por ejemplo, refuerzan la autoridad del clan.
Se empieza
a analizar el papel de la domesticación, o la "doma
de la naturaleza en la ordenación cultural del salvajismo
por medio del ritual.
Todas las evidencias no indican que, la mujer como categoría
cultural, a saber, un ser salvaje o peligroso, data de este período.
Las figurillas rituales de "Venus" aparecen hace 25.000
años, y parecen ser un ejemplo de las primeras representaciones
simbólicas de la mujer con finalidades de representación
y de dominación. Más concretamente aun, la sumisión
de la naturaleza salvaje se manifiesta en esta época por
la caza sistemática de
los grandes mamíferos, actividad de la que el ritual es
parte integrante.
Se puede
considerar también la práctica chamánica
del ritual como una regresión en relación con el
estadio donde todos compartían una conciencia que hoy consideraríamos
extrasensorial. Cuando sólo los expertos pretenden poder
acceder a una percepción superior, que antes era de disfrute
común, se
acentúan y facilitan nuevos renunciamientos a favor de
la división del trabajo. El retorno a la felicidad por
el ritual es un tema mítico casi universal, con, entre
otras maravillas, la promesa de la disolución del tiempo
medible eternidad. Este tema del ritual pone el dedo en la llaga
que pretende curar, como hace la cultura simbólica en general.
El ritual
como medio de organizar las emociones, como método de orientación
y de constricción cultural, gobierna el arte, faceta de
la expresión ritual.
Para Grans "no hay demasiadas dudas que las diversas formas
del arte profano proceden del arte ritual". Se detecta el
comienzo de un malestar, el sentimiento de que una autenticidad
directa, más antigua... está a punto de desaparecer.
La Barre tiene razón al considerar que "el arte, como
la religión nace del deseo insatisfecho". Al principio
abstraída por el lenguaje, después de una manera
más orientada por el ritual y el arte, la cultura entra
en escena para responder artificiallmente a las angustias espirituales
o sociales.
El ritual y la magia dominaron, probablemente, los orígenes
del arte (en el paleolítico superior) y sin duda jugaron
un papel esencial, mientras la división del trabajo se
imponía progresivamente, en la coordinación y la
conducta de la comunidad. En el mismo orden de ideas, Pfeiffer
vio en las célebres pinturas parietales europeas del paleolítico
superior el primer método de iniciar a los niños
en unos sistemas sociales que se habían vuelto
complejos, la educación fue entonces necesaria para el
mantenimiento de la disciplina y del orden. Y el arte podría
haber contribuido en el control de la naturaleza, por ejemplo
facilitando el desarrollo de una noción primitiva de territorio.
La aparición
de la cultura simbólica, transformada por su necesidad
de manipular y de dominar, abrió la vía a la domesticación
de la naturaleza.
Después de dos millones de años de vida humana pasados
respetando la naturaleza, en equilibrio con otras especies, la
agricultura modificó toda nuestra existencia y nuestra
manera de adaptarnos, de una manera desconocida hasta el momento.
Nunca antes una especie había conocido un cambio radical
tan profundo y rápido. La autodomesticación por
el lenguaje, por el ritual y el arte inspira la dominación
de animales y plantas que le siguen. Aparecida
hace solo 10.000 años, la agricultura ha triunfado rápidamente
pues la dominación genera por si misma, y exige continuamente,
su reforzamiento. Una
vez difundida, la voluntad de producir ha sido tanto más
productiva cuanto más se ejercía eficazmente, y
de hecho tanto más predominante y adaptativa.
La agricultura
permite un grado creciente de división del trabajo, crea
los fundamentos materiales de la jerarquía social y, inicia
la destrucción del medio. Los curas, los reyes y el trabajo
obligatorio, la desigualdad sexual,
la guerra... son algunas de las consecuencias inmediatas.
Mientras
que los humanos del paleolítico tenían un régimen
alimenticio extraordinariamente variado, se alimentaban de varios
miles de plantas diferentes, la agricultura redujo notablemente
sus fuentes de
aprovisionamiento.
Dada la inteligencia
y el basto saber práctico de la humanidad durante la edad
de piedra, se puede hacer la pregunta "¿porqué
la agricultura no ha aparecido, por ejemplo, un millón
de años antes, en lugar de solo 8.000 años?"
. Antes he aportado una breve respuesta al formular la hipótesis
de una lenta e insidiosa progresión de la alienación,
fundamentada sobre la división del trabajo y la simbolización.
Pero al considerar sus desastrosas consecuencias resulta un fenómeno
espantoso. Así, como dice Binford: "la cuestión
no es argumentar porqué la agricultura de desarrollo tan
tarde,
sino ¿porqué se ha desarrollado tan rápido?".
El final del modo de vida recolector cazador ha implicado un descenso
de la talla, de la estatura y de la robustez del esqueleto, y
aparece la caries dental, las carencias
alimentarías y las enfermedades infecciosas. Se observa
"en conjunto una bajada de la calidad -y seguramente de la
duración - de la vida humana" concluyen Cohen y Aremelagos.
Otra consecuencia
ha sido la invención del número, inútil antes
de la existencia de la propiedad de las cosechas, las bestias
y la tierra, que es una de las características de la agricultura.
El desarrollo de la numeración ha hecho crecer la necesidad
de tratar a la naturaleza como una cosa a dominar. La escritura
era también necesaria para la domesticación, para
las primeras formas de transacción comercial y de administración
política. Leví
Strauss ha demostrado de una manera convincente que la función
primera de la comunicación escrita ha sido favorecer la
explotación y la sumisión, las ciudades y los imperios,
por ejemplo, hubieran sido imposibles sin ella. Se ve aquí
claramente uniéndose a la lógica de la simbolización
y al crecimiento de capital.
Conformismo,
repetición y regularidad son las claves de la civilización
triunfante, reemplazando la espontaneidad, el asombro y el descubrimiento
característicos de la sociedad humana preagrícola
que sobrevivió de esta
manera durante mucho tiempo. Clark habla de "la amplitud
del tiempo de ocio" del recolector cazador, y concluye que
"fue esto y el modo de vida agradable
que lo acompañaba, y no las penurias y el largo trabajo
cotidiano, lo que explica porqué la vida social fue tan
estática".
Uno de los
mitos más vivos y más extendidos es la existencia
de una edad de oro, caracterizada por la paz y la inocencia, antes
de que, alguna cosa, destruyera aquel mundo idílico y nos
redujese a la miseria y el sufrimiento.
El Edén, a cualquiera que sea el nombre que se le dé,
era el mundo de nuestros antepasados recolectores cazadores; este
mito expresa la nostalgia de aquellos que trabajan sin respiro
y en la servidumbre, ante una vida libre y mucho más fácil,
pero ya perdida.
El rico ambiente
habitado por los humanos antes de la domesticación y la
agricultura, hoy en día ha desaparecido prácticamente.
Para los raros recolectores cazadores supervivientes, quedan solamente
las tierras
marginales, los sitios aislados y no reivindicados por la agricultura
y la conurbación. A pesar de esto, los escasos recolectores
cazadores que consiguen todavía escapar a la presión
enorme de la civilización, están en
el punto de mira para transformarlos en esclavos (es decir, campesinos,
sujetos políticos, asalariados), están todos ellos
influenciados por los pueblos exteriores.
Duffy nota
así, que los recolectores cazadores que ha estudiado, los
Mbouti de África Central, han sido aculturados por los
agricultores-ciudadanos de
los alrededores durante centenares de años y, en menor
medida por generaciones de contacto con la administración
colonial y los misioneros.
Por tanto parece ser que una voluntad de vida auténtica
que viene del fondo de los siglos persiste entre ellos, "tratad
de imaginar", nos pide Duffy, "un modo de vida donde
la tierra, el alojamiento y la alimentación son
gratuitos, y donde no hay dirigentes, ni patronos, ni políticos,
ni crimen organizado, ni impuestos, ni leyes. Calculad la ventaja
de pertenecer a una
sociedad donde todo se reparte, donde no hay ricos ni pobres y
donde el bienestar no significa la acumulación de bienes
materiales". Los Mbouti nunca han domesticado animales ni
han cultivado vegetales.
Entre los
miembros de las bandas no agrícolas existe una combinación
remarcablemente sana de baja cantidad de trabajo y abundancia
material. Bodley ha descubierto que los San (conocidos con el
nombre de bosquimanos) del árido desierto de Kalahari,
en el Sur de África, trabajan menos y menos horas que sus
vecinos agricultores. De hecho en períodos de sequía,
es a los San a quien se dirigen los agricultores para sobrevivir.
Según Tanaka, pasan "una parte extraordinariamente
corta de tiempo trabajando, y la mayor parte en descansar y distraerse",
otros observadores han notado la vitalidad y la libertad de los
San comparadas con las de los campesinos sedentarios, así
como la seguridad relativa y la falta de preocupaciones de su
vida.
Flood ha
remarcado que los aborígenes de Australia consideran que
"el trabajo requerido para labrar y plantar no está
compensado por las ventajas que reporta". En un plano general,
Tanaka ha revelado la abundancia y
equilibrio de los alimentos vegetales en todas las primeras sociedades
humanas así como en todas las sociedades de recolectores
cazadores modernos.
De la misma manera, Festinger habla del acceso entre los humanos
del paleolítico "a considerables cantidades de comida
sin gran esfuerzo", añadiendo que "los grupos
contemporáneos de recolectores cazadores se desenvuelven
muy bien, incluso cuando han sido arrinconados hacia hábitats
muy marginales.
Como Hole
y Flannery han resumido "ningún grupo sobre la tierra
dispone de más ocio que los recolectores cazadores, que
consagran lo mejor del tiempo al juego, a la conversación
y al relax". Disponen de más tiempo libre, añade
Binford "que los obreros industriales y agrícolas
modernos, incluso más que los profesores de arqueología".
Como dice
Veneigen, los no domesticados saben que solo el presente puede
ser total. Esto significa que viven la vida con una inmediatez,
una densidad y una pasión incomparablemente más
grande de cómo la vivimos nosotros. Se ha dicho que ciertas
jornadas revolucionarias valen siglos; mientras, "nosotros
contemplamos el antes y el después y suspiramos por lo
que no es....".
Los Mbouti
estiman que "con un presente convenientemente pleno, las
cuestiones del pasado y el futuro se arreglan por sí solas".
Los primitivos no tienen necesidad de recuerdos y no dan, generalmente,
ninguna importancia a los aniversarios ni al recuento de la edad.
En cuanto al porvenir, tienen tan pocos deseos de dominar lo que
todavía no existe como de dominar la
naturaleza. Su conciencia de una sucesión de instantes
mezclándose en el flujo y el reflujo del mundo natural,
no impide la noción de las estaciones, pero no constituye
una conciencia separada del tiempo que les impida el
presente.
Pero aunque
los recolectores cazadores actuales comen más carne que
sus antepasados prehistóricos, los alimentos vegetales
constituyen todavía lo esencial de su menú en las
regiones tropicales y subtropicales. Los San del Kalahari y los
Hazda de África Oriental, donde la caza mayor es más
abundante que en el Kalahari, dependen de la recolección
en un 80% de su
alimentación. La rama ¡Kung de los San recolecta
más de un centenar de vegetales diferentes y no presentan
ninguna carencia alimentaria: Su régimen se parece al sano
y variado de los recolectores cazadores australianos. El régimen
global de los recolectores cazadores es mejor que el de los
agricultores, la carestía es muy rara y su estado global
de salud es generalmente superior, con muchas menos enfermedades
crónicas.
Laure Van
der Post se maravillaba ante la exuberancia de la risa de los
San -una carcajada que sale "del centro del vientre, una
risa que no se oye nunca entre civilizados", El juzga que
es una señal de gran vigor y de una claridad de sentidos
que se resiste todavía a los asaltos de la civilización.
Truswell y Hansen podrían decir la misma cosa de otro San,
que había sobrevivido a un combate con las manos desnudas
contra un leopardo,herido, había conseguido herir también
al animal.
Los habitantes
de las islas Andaman, al oeste de Tailandia, no se someten a ningún
dirigente; ignoran toda representación simbólica
y no crían ningún
tipo de animal doméstico. Se ha observado igualmente entre
ellos la ausencia de agresividad, la violencia y la enfermedad;
sus heridas curan con una rapidez sorprendente, y su vista, igual
que su oído, es singularmente aguda.
Se dice que han declinado desde la intrusión de los europeos
a mediados del siglo XIX, pero presentan todavía rasgos
físicos remarcables, como una
inmunidad natural a la malaria, una piel suficientemente elástica
para no presentar casi las arrugas que asociamos a la vejez y
dientes de una fuerza increíble, Cipriani cuenta haber
visto chicos de 10 a 15 años doblando clavos entre las
mandíbulas. Hay muchos testimonios de una costumbre de
vigor en Andaman, consistente en recolectar la miel sin ningún
vestido
protector: "no les pican nunca, viéndoles tenía
la impresión de estar frente a algún misterio antiguo,
perdido para el mundo civilizado".
De Vries
ha hecho todo tipo de comparaciones permitiendo establecer la
superioridad de los recolectores cazadores en materia de salud,
entre ellas
la ausencia de enfermedades degenerativas y mentales, así
como la capacidad de dormir sin dificultades ni molestias. También
notó que estas cualidades
se erosionan poco a poco con el contacto con la civilización.
En el mismo
orden de ideas, se dispone de gran número de pruebas no
solamente del vigor psíquico y emocional de los primitivos
sino también de su remarcada capacidad sensorial. Darwin
ha descrito a los habitantes del extremo sur de América
que vivían casi desnudos en condiciones de frío
extremas. Igualmente Peasley ha observado aborígenes australianos
que pasaban la noche en el desierto a muy bajas temperaturas "sin
ningún tipo de vestido".
Levi-Straus
ha explicado su sorpresa al saber que una determinada tribu de
América del Sur pueden ver el planeta Venus a plena luz
del día, proeza comparable a la de los Dogon de África,
que consideran Sirio B como la estrella más importante,
una estrella visible sólo con potentes telescopios. En
la misma vía, Boyden ha descrito la capacidad de los bosquímanos
para ver, a ojo desnudo, cuatro de las lunas de Júpiter.
En el libro
The Harmless People, E. Marshall ha explicado como un bosquímano
se había dirigido con precisión hacia un punto situado
en una basta planicie, "sin matojos ni árboles para
marcar el lugar", y había señalado con el dedo
una hebra de hierba con un filamento de liana casi invisible que
había marcado meses antes, en la estación de las
lluvias, cuando era verde.
El tiempo se había tornado caluroso y al volver a pasar
por aquel sitio, obtuvo una suculenta raíz donde había
marcado con su ligadura.
También
en el desierto del Kalahari, Van der Post ha reflexionado sobre
la comunicación entre los San y la naturaleza, hablando
de un nivel de experiencia que "se podría incluso
llamar mística". Por ejemplo parecen
saber lo que se experimenta cuando se es un elefante, un león,
un antílope, un lagarto, un ratón, una mantis, un
boabab, una cobra o un amarillis, por citar solo algunos de los
seres entre los que transcurre su vida". Parece
casi banal comentar que a menudo se queda uno sorprendido ante
la habilidad de los recolectores cazadores para seguir una pista
desafiando toda
explicación racional.
Rohrlich-Leavitt
ha hecho notar que "los datos de los que disponemos muestran
que generalmente los recolectores cazadores no buscan delimitar
un territorio propio y marcan una ligamen bilocal; ignoran la
agresión
colectiva y rechazan la competencia entre grupos, reparten libremente
los recursos, aprecian el igualitarismo y la autonomía
personal en el cuadro de
la cooperación de grupo y son indulgentes y tiernos con
los niños". Decenas de estudios hacen del reparto
y del igualitarismo el carácter distintivo de estos grupos.
Lee ha hablado de "la universalidad (del reparto) entre los
recolectores cazadores", igual que en la obra de Marshall
se reseña una "ética de la generosidad y de
la humildad" demostrando una tendencia fuertemente igualitaria
entre los recolectores cazadores. Tanaka proporciona un ejemplo
típico: "el rasgo de carácter más apreciado
es la generosidad, y el más despreciado la avaricia y el
egoísmo".
Baer a reportado
que "el igualitarismo y el sentido democrático, la
autonomía personal y la individualización, el sentido
protector y el instinto alimentador" como las virtudes cardinales
de los no civilizados; y Lee ha hablado "de una aversión
absoluta por las distinciones jerárquicas entre los pueblos
recolectores cazadores del mundo entero". Leacock y Lee ha
precisado que "toda presunción de autoridad"
en el seno del grupo "provoca el enfado o la cólera
entre los ¡Kung, como se había reportado también
entre
los Mbouti, los Hazda y los montañeses de Naskapi entre
otros. "Hasta el padre de una familia extendida no pueden
decir a sus hijos y a sus hijas lo que han de hacer. La mayoría
de los individuos parecen actuar bajo sus propias reglas internas",
ha descrito Lee sobre los ¡Kung de Botswana. Ingold ha estimado
que "la mayor parte de las sociedades de recolectores cazadores,
han dado un valor supremo al principio de la autonomía
individual", equivalente al descubrimiento de Wilson de "una
ética de la independencia" que es común a las
"sociedades abiertas en cuestión". El antropólogo
de campo Radin ha llegado ha decir que "en la sociedad primitiva
se deja campo libre a todas las formas concebibles de expresión
de la personalidad. No se emite ningún juicio moral sobre
ningún aspecto de la
personalidad humana como tal".
Observando
la estructura social de los Mbouti, Turnbull se ha sorprendido
al encontrar "un vacío aparente, una ausencia de sistema
interno casi anárquico". Según Duffy, "los
Mbouti son naturalmente igualitarios: no
tienen ni jefes ni reyes, y las decisiones que conciernen a la
banda son tomadas por consenso". En este tema, como en otros
muchos, se encuentra una diferencia enorme entre recolectores
cazadores y los campesinos. Las tribus de agricultores bantús,
como los Saga, que rodean a los San, están organizados
por la aristocracia, la jerarquía y el trabajo, mientras
que los San no conocen otra cosa que el igualitarismo, la autonomía
y el compartir. La domesticación es el principio que preside
esta diferencia radical.
La dominación
en el seno de una sociedad no es posible sin la dominación
de la naturaleza. Por el contrario en las sociedades de recolectores
cazadores, no existe ninguna jerarquía entre la especie
humana y las otras especies animales, de la misma manera que las
relaciones que unen a los recolectores cazadores son no jerárquicas.
Es característico,
los recolectores cazadores consideran a los animales que cazan
como iguales, y este tipo de relación fundamentalmente
igualitaria ha durado hasta la llegada de la domesticación.
Cuando el
alejamiento progresivo de la naturaleza se convirtió en
dominación social patente (agricultura) no cambiaron solamente
los comportamientos
sociales. Los relatos de los marineros y exploradores que llegaron
a las tierras "recién descubiertas" aseguraban
que ni los pájaros ni los mamíferos
tenían miedo de los invasores humanos. Algunos grupos de
recolectores cazadores no cazaban antes de tener contacto con
el exterior, por ejemplo los Tasadai de Filipinas; y si la mayor
parte de estos supervivientes
practican la caza "no se trata de un acto agresivo"
y suscita incluso una especie de arrepentimiento. Hewitt ha notado
lazos de simpatía que unen cazador y cazado entre los bosquímanos
que contactó en el siglo XIX.
Por lo que
hace a la violencia entre recolectores cazadores, Lee hadescubierto
que "los ¡Kung encuentran horroroso luchar y encuentran
estúpida
a la gente que se pelea". Según la narración
de Duffy, los Mbouti "consideran toda violencia entre individuos
con mucho horror y disgusto, y no lo representan nunca en sus
danzas o en sus juegos teatrales". El homicidio y el suicidio,
concluye Bodley, son "realmente excepcionales" entre
los plácidos recolectores cazadores. La naturaleza guerrera
de los pueblos indígenas de América ha sido, a menudo,
fabricada a fragmentos para dar una apariencia de legitimidad
a la conquista de los europeos; los recolectores cazadores comanches
conservaron sus maneras no violentas
durante siglos antes de la invasión europea, y solo llegaron
a ser violentos con el contacto con una civilización dedicada
al pillaje.
Entre numerosos
grupos de recolectores cazadores, el desarrollo de la cultura
simbólica, que condujo rápidamente a la agricultura,
estaba ligado,
a través del ritual, con la vida social alienada. Bloch
ha descubierto una correlación entre los niveles de ritual
y de jerarquía. Y Woodburn ha establecido una conexión
entre la falta de ritual y la ausencia de papeles
especializados y de jerarquía entre los Hazda de Tanzania.
El estudio
de Turner sobre los Ndembou de África Occidental ha revelado
una profusión de estructuras rituales y de ceremonias destinadas
a equilibrar
los conflictos nacidos del hundimiento de una sociedad anterior
más unida.
Estas ceremonias y estas estructuras tienen una función
política de integración. El ritual es una actividad
repetitiva; las consecuencias de las reacciones que engendra tienen
el efecto de un contrato social. El ritual
hace comprender que la práctica simbólica, a través
de la pertenencia a un grupo y de las reglas sociales, esta indisolublemente
unida a la dominación.
El ritual nutre la aceptación de la dominación,
y, como se ha demostrado a menudo, conduce a la creación
de rols de mando y de estructuras políticas centralizadas.
El monopolio de las instituciones ceremoniales prolonga
netamente la noción de autoridad y podría, incluso
ser la autoridad formal original.
Entre las
tribus de agricultores de Papua, la autoridad y la desigualdad
que ella implica está fundada sobre la participación
en la iniciación ritual jerárquica o sobre la mediación
de un chaman. Vemos en el rol de chaman una práctica concreta
donde el ritual sirve para la dominación de algunosindividuos
sobre el resto de la sociedad.
Radin ha descrito "la misma tendencia marcada", entre
los chaman y hombres medicina de los pueblos tribales de Asia
y América del Norte "a organizar y desarrollar la
teoría según la cual solo ellos están en
comunicación con lo sobrenatural". Esta exclusividad
parece darles un poder a expensas de los otros; Lommel ha constatado
"un aumento de la influencia psicológica del chaman
desequilibrando la de los otros miembros del grupo". Esta
práctica tiene implicaciones muy evidentes sobre las relaciones
de poder en otros dominios de la vida, y contrasta con períodos
anteriores en que las autoridades religiosas estaban ausentes.
Los Batuques
de Brasil tienen entre ellos chamanes que afirman dominar ciertos
espíritus y tratan de vender sus servicios sobrenaturales
a clientes, de una manera parecida a los gurus de las sectas modernas.
Según
Muller, los especialistas en este tipo de "control mágico
de la naturaleza, acaban naturalmente por controlar también
a los hombres". De hecho, el chaman es a menudo el individuo
más influyente de las sociedades
pre-agrícolas y está en posición de poder
institucionalizar el cambio.
Johannessen propone la tesis de que la resistencia a la innovación
que era la cultura de la recolección fue vencida por los
chamanes, por ejemplo entre
los indios de Arizona y Nuevo Méjico. Igualmente Marquard
sugiere que las estructuras de autoridad ritual han jugado un
papel importante en la puesta en marcha y la organización
de la producción agrícola en América del
Norte.
Otros especialistas en los grupos americanos han visto un ligamen
importante entre el papel de los chamanes en la dominación
de la naturaleza y la puesta bajo tutela de las mujeres.
Berndt ha
demostrado la importancia entre los aborígenes australianos
de la división sexual ritual del trabajo en el desarrollo
de los rols sexuales negativos, y Randolph ha hecho notar que
"la actividad ritual es necesaria para crear tanto hombres
como mujeres adecuados". No existe en la naturaleza ninguna
razón para la división entre sexos, explica Bendre.
"Debieron ser creadas por la prohibición y el tabú,
se convirtieron en naturales mediante la ideología del
ritual".
Pero la sociedad
de recolectores cazadores por su misma naturaleza, rechaza el
ritual y su potencialidad de domesticar a las mujeres. La estructura
(¿ausencia de estructura?) de las bandas igualitarias,
incluso aquellas más centradas en la caza, comporta, en
efecto, la garantía de la autonomía de los dos sexos:
Esta garantía se basa en que los productos de subsistencia
están disponibles por igual para las mujeres que para los
hombres, y además el éxito de la banda depende de
la cooperación fundamentada sobre la autonomía.
Las esferas de cada sexo están a menudo separadas de una
manera u otra, pero en la medida en que la contribución
de las mujeres es al menos igual a la de los hombres, la igualdad
social entre sexos constituye "un carácter mayor"
de las sociedades de recolectores cazadores. De hecho numerosos
antropólogos han constatado que en los grupos de recolectores
cazadores el estatus de las mujeres es superior al que tienen
en los otros
tipos de sociedad.
Para todas
las grandes decisiones, ha observado Turnbull entre los Mbouti,
"los hombres y las mujeres tiene igualmente voz en las asambleas,
la caza y
la recolección son igual de importantes una que la otra".
Existe una diferenciación sexual -sin duda más marcada
que entre sus antepasados lejanos- "pero sin ninguna idea
de superioridad o de subordinación". Según
Post y Taylor, entre los ¡Kung, los hombres hacen, de hecho,
jornadas más largas que las mujeres.
Respecto
al tema de la división sexual del trabajo, corriente entre
los recolectores cazadores contemporáneos, es necesario
precisar que esta
división no es de ningún modo universal. No más
de lo que era en la época de Tácito, cuando escribía
a propósito de los Fenni de la región báltica,
que
"las mujeres siguiendo sus propios deseos cazan como los
hombres, y consideran su suerte mejor que la de las otras que
se lamentan en los campos", o también, cuando el historiador
bizantino Procopio descubría, en
el siglo VI, que los Serithifinni de la región que es actualmente
Finlandia "no trabajan nunca el campo, ni hacen cultivar
a sus mujeres, sino que sus mujeres se juntan con los hombres
para cazar".
Las mujeres
tiwi de la isla Melville cazan normalmente, como las mujeres agta
de Filipinas. En la sociedad Mbouti, hay poca especialización
según el sexo. "Incluso la caza es una actividad común",
hace notar Turnbull, certificando que, entre los esquimales tradicionales,
es (o era) una empresacooperativa llevada a cabo por todo el grupo
familiar.
Darwin descubrió
en 1871 otro aspecto de la igualdad sexual; "entre las tribus
totalmente bárbaras, las mujeres tienen más poder
para elegir, rechazar o seducir a sus amantes o, y en consecuencia,
para cambiar su
marido, de lo que se podría creer". Los ¡Kungs
y los Mbouti son buenos ejemplos de esta autonomía femenina,
como han hecho notar Marshall y Thomas.
"Aparentemente las mujeres cambian de marido cada vez que
están insatisfechas con su compañero. Marshall ha
descubierto también que la violación es extraordinariamente
rara, casi desconocida, entre los ¡Kung.
Un curioso
fenómeno concerniente a las mujeres recolectoras cazadoras,
es su capacidad de impedir la preñez en ausencia de todo
tipo de anticonceptivo.
Diversas hipótesis han sido formuladas y rechazadas, por
ejemplo que la fertilidad esté ligada a la cantidad de
grasa del cuerpo. La explicación que
parece plausible se apoya en el hecho de que los humanos no domesticados
están más en harmonía con su ser físico
que nosotros. Los sentidos y los
procesos físicos no les son extraños ni se les hacen
grandes; el dominio sobre la fecundidad es sin duda menos misterioso
para aquellos para los que el cuerpo no se ha vuelto un objeto
externo sobre el que se actúa.
Los pigmeos
del Zaire celebran las primeras menstruaciones de las chicas con
una gran fiesta de gratitud y alegría. La mujer joven experimenta
el orgullo
y el placer, y todo el grupo demuestra su felicidad. Por el contrario,
entre los aldeanos agricultores, una mujer que tiene la menstruación
es considerada impura y peligrosa, y se la tiene en cuarentena
por un tabú.
Dramper se impresionó por las relaciones distendidas y
igualitarias entre hombres y mujeres San, con su suavidad y respeto
mutuo, tipo de relación que
perdura, mientras los san continúan siendo recolectores
cazadores.
Duffy ha
descubierto que todos los niños de un campamento Mbouti
llaman padre a todos los hombres y madre a todas las mujeres.
Los niños de los recolectores cazadores se benefician de
más atención y cuidados y más tiempo de dedicación
que los de las familias nucleares aisladas por la civilización.
Taylor ha descrito "un contacto casi permanente" con
sus
madres y con otros adultos de los que se benefician los niños
bosquimanos.
Los bebes ¡Kung estudiados por Ainsworth presentan una precocidad
marcada del desarrollo de las primeras actitudes cognitivas y
motrices. Eso se atribuye tanto a la estimulación favorecida
por una libertad de movimientos sin trabas, como al nivel de calor
y proximidad física entre los padres y los niños.
Draper ha
podido observar que la "competición en los juegos
está prácticamente ausente entre los ¡Kung,
igual que Shostack observa que "los chicos y chicas ¡Kung
juegan de una manera parecida y comparten la mayor
parte de los juegos". Ha descubierto también que no
se prohibe a los niños los juegos sexuales experimentales,
esta situación es pareja a la libertad
de los jóvenes Mbouti durante la pubertad "se libran
con deleite y alegría a la actividad sexual preconyugal".
Y los Zoumi "no tienen ninguna noción de pecado",
como dice Ruth Benedict en la misma línea de ideas, "la
castidad
como estilo de vida está mal considerada..... Las relaciones
agradables entre sexos no son más que un aspecto de las
relaciones agradables entre humanos.... La sexualidad es un hecho
banal en una vida feliz".
Coontz y
Henderson recogen numerosos apoyos a la idea de que las relaciones
entre sexos son extremadamente igualitarias en las sociedades
de los
recolectores cazadores más rudimentarias. Las mujeres juegan
un papel esencial en la agricultura tradicional, pero no se benefician
con el estatus
correspondiente a su contribución, al contrario de lo que
pasaba en las sociedades de recolectores cazadores. Con la llegada
de la agricultura, fueron domesticadas igual que las plantas y
los animales. La cultura que se
estableció por la instauración del orden nuevo,
exigía la sumisión autoritaria de los instintos
de la libertad y la sexualidad. Todo desorden ha de ser perseguido,
lo que es más elemental y espontáneo atado con cuerda
corta. La creatividad de las mujeres y su ser mismo en tanto que
personas sexuadas son aplastados para dar lugar al papel, expresado
en las grandes religiones campesinas, de la Gran madre, es decir,
el ser fecundo y nutricio, suministrador de hombres y de alimentos.
Los hombres
de la tribu de los Munduruc, cultivadores de América del
Sur, utilizan una misma fórmula para hablar de la sumisión
de las plantas y de las mujeres: "las domamos con la banana".
Incluso Simone de Beauvoir ha reconocido en la equivalencia arado/falo
el símbolo de la autoridad masculina sobre la mujer. Entre
los jíbaros de la amazonia, otro grupo de agricultores,
las mujeres son las bestias de carga y la propiedad personal de
los hombres; "la captura de mujeres adultas constituye el
motivo de muchas guerras" para estas tribus de las planicies
de América del Sur. Así, el trato brutal y el aislamiento
de las mujeres parecen ser funciones de las sociedades agrícolas
y, en estos grupos, las mujeres continúan hoy en día
ejecutando la mayor parte del trabajo.
La caza de
cabezas es practicada por los grupos mencionados más arriba,
forma parte de la guerra endémica que libran por la posesión
de las tierras
cultivables; la caza de cabezas y el estado de guerra casi permanente
existen también entre las tribus de agricultores de las
llanuras altas de Papua-Nueva Guinea. Las investigaciones del
matrimonio Lemski han llegado a la conclusión de que la
guerra es muy rara entre los recolectores cazadores, pero se torna
extremadamente frecuente en las sociedades agrícolas. Como
expresa sucintamente Wilson: "la venganza, la querella, la
matanza, la batalla y la guerra parece aparecer con los pueblos
domesticados y los
caracteriza".
Los conflictos
tribales, afirma Godelier, "se explican principalmente por
la dominación colonial" y no se ha de considerar que
su origen reside "en el funcionamiento de las estructuras
pre-coloniales". Es cierto que el contacto
con la civilización puede haber tenido un efecto desestabilizador
y provocar una degeneración, pero puede suponerse que el
marxismo ortodoxo de Godelier
(de aquí su resistencia a preguntarse sobre la relación
entre domesticación y producción) no es ajeno a
un juicio como este. Así se puede decir que los esquimales
de Cooper, que conocen una tasa significativa de homicidios en
el seno del grupo, deben esta violencia al impacto de las influencias
exteriores, pero hay que hacer notar que ellos crían perros
para trineo
desde hace mucho tiempo.
Arens ha
afirmado que, el fenómeno del canibalismo es una ficción
inventada y extendida por los agentes de la conquista exterior.
Pero existen pruebas de esta práctica entre, aquí
también, los pueblos tocados por la
domesticación. Los estudios de Hogg, por ejemplo, revelan
su presencia entre determinadas tribus africanas fundadas sobre
la agricultura y moldeadas por
el ritual. El canibalismo es generalmente una forma cultural de
control del caos, en el que las víctimas representan la
animalidad o todo aquello que ha
de ser domado. Es significativo que uno de los grandes mitos de
los habitantes de las islas Fidji "como los fidjianos fueron
caníbales", es literalmente un cuento sobre la plantación.
Igualmente los aztecas pueblo
fuertemente domesticado y sensible a la cronología, practicaba
el sacrificio humano como un rito destinado a calmar las fuerzas
rebeldes y mantener el equilibrio de una sociedad muy jerarquizada.
Como Norbeck ha señalado, las sociedades no domesticadas,
"culturalmente empobrecidas" no conocen el
canibalismo ni el sacrificio humano.
En cuanto
a uno de los elementos subyacentes fundamentales de la violencia
en las sociedades más complejas, las fronteras, Barnes,
ha descubierto que
"en la literatura etnográfica, los testimonios de
luchas territoriales entre recolectores cazadores son extremadamente
raras. Las fronteras ¡Kung son
vagas y nunca vigiladas, los territorios de los Pandaram cabalgan
los unos sobre los otros, los Hazda se desplazan libremente de
una región a otra, las
nociones de frontera y violación de frontera tienen poco
sentido o ninguno entre los Mbouti; y los aborígenes australianos
rechazan cualquier demarcación territorial o social. Una
mentalidad fundada sobre la hospitalidad y no sobre la exclusión.
"Lo
mío y lo tuyo, semilla de discordia, no tiene lugar entre
ellos", escribía Pietro el 1511 a propósito
de los indígenas que encontró en el cuarto viaje
de Cristóbal Colón. Según Post, los bosquímanos
no tienen
"ningún sentido de posesión" y Lee observa
que no operan "con ninguna dicotomía marcada entre
los recursos del ambiente natural y la riqueza social". Como
ya hemos dicho, existe una línea de demarcación
entre
naturaleza y cultura, y los no civilizados han elegido la primera.
Existen muchos
recolectores cazadores que podrían transportar todo lo
que necesitan en una sola mano, y a grosso modo mueren con todo
lo que tenían al venir al mundo.
Hubo un tiempo
en que la humanidad lo compartía todo; con la irrupción
de la agricultura la propiedad se volvió esencial, y una
especie pretendió poseer el mundo. Nos encontramos ante
una distorsión que la imaginación
difícilmente podría haber concebido.
Shalin ha
hablado de esto de una manera elocuente: "los pueblos primitivos
del mundo tienen pocas posesiones, pero no son pobres. La pobreza
no es una
determinada cantidad pequeña de bienes; no es una relación
entre medios y finalidades, es antes que nada, una relación
entre las personas. La pobreza es un estatus social. Y en tanto
que tal es una invención de la
civilización".
La "tendencia
habitual" de los recolectores cazadores "a rechazar
la agricultura hasta que les es impuesta de modo absoluto",
expresa una división entre naturaleza y cultura, bien presente
en las ideas de los Mbouti según las que cualquiera que
se vuelva aldeano, deja de ser Mbouti.
Saben que la banda de recolectores cazadores y los pueblos campesinos
son sociedades opuestas con valores antagonistas.
Llega sin
embargo un momento en que el factor crucial de la domesticación
se pierde de vista "las poblaciones de recolectores cazadores
de la costa oeste de América del Norte, conocidos por los
historiadores, son atípicos con relación a otros
cazadores recolectores". Como dice Kelly, "las tribus
de la costa Nordeste rompen todos los estereotipos sobre los recolectores
cazadores". Estos cazadores recolectores tenían su
principal medio de
subsistencia en la pesca, presentaban rasgos ajenos, como la jerarquía,
la guerra y la esclavitud. Per casi siempre se olvida el hecho
de que cultivaban tabaco y criaban perros.
Así
pues, incluso esta célebre anomalía comporta caracteres
que la relacionan con la domesticación. En la práctica,
el ritual más que nada, después de la producción,
parece afirmar y favorecer, con las formas de dominación
que le acompañan, los diferentes aspectos del declinar
de la vida humana después de una larga y feliz era anterior.
Thomas proporciona
otros ejemplos tomados de América del Norte, los chochonis
del Gran valle y las tres sociedades que la componen, los chochonis
de las montañas Kawich, los chochonis del río Reese
y los
chochonis del valle de Owens. Los tres grupos conocían
diferentes niveles de agricultura, marcados por un sentido creciente
del territorio (o de la propiedad) y de la jerarquía y
correspondiéndose estrechamente a los
diferentes grados de domesticación.
"DEFINIR" un mundo desalienado seria imposible, incluso
indeseable, pero creo que podemos y debemos intentar desenmascarar
el no-mundo de hoy en día
y como hemos llegado a él. Hemos tomado un camino malo
y monstruoso con la cultura simbólica y la división
del trabajo; nos hemos ido de un lugar de encanto, de comprensión
y de totalidad para ir a parar a la ausencia en que nos encontramos,
en el corazón de la teoría del progreso. Vacía
y cada vez más vacía, la lógica de la domesticación,
con sus exigencias de total dominación, nos muestran la
ruina de una civilización que arruina todo lo demás.
Presumir de la inferioridad de la naturaleza favorece la dominación
de sistemas culturales que no tardaran en volver la tierra inhabitable.
El postmodernismo
nos dice que una sociedad sin relaciones de poder no puede ser
más que una abstracción. ¡¡Es mentira!!
Al menos si no aceptamos la
muerte de la naturaleza y de todo aquello que fue y podría
ser de nuevo.
Turnbull
ha hablado de la intimidad de los Mbouti y el bosque, y de su
manera de danzar como si hiciesen el amor con el bosque. En una
vida donde los seres son iguales, una vida que no es una abstracción
y que se esfuerza por mantenerse hoy en día, ellos "DANZAN
CON EL BOSQUE, DANZAN CON LA LUNA".
Traducción de Braulio Hornedo Farriol
Tomado
de: Llavor D´Anarquia